La desnudé
con la inexperiencia
del muchacho que no
puede resistirse
a la belleza
mientras las
rodillas tiemblan
ante la forma
exacta de sus dos
hipnotizadores senos.
Creí hasta entonces
saber lo bastante
acerca del amor
y de sus formalidades.
Prescindí de la razón,
cuando ella
hábilmente construía
en un instante
una prisión con sus caderas
moviéndose encima de mí.
Cómo podía negarme
a la naturaleza
intrépida de sus movimientos.
Inerme me presté sin más
a sus engaños.
Intenté agradarla
con hermosos poemas
mientras ella pronosticaba
el futuro.
sábado, 20 de diciembre de 2008
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Impresionante
ResponderEliminarGenial
Cabronazo
con esas tres palabras defino al poema y al autor.
Un abrazo Emilio
Nunca sabremos con qué grado de intención nos descuidamos ante esa tierra de arenas movedizas, y desaparecemos en ella, desagüe de lo que hay nosotros.
ResponderEliminarBellísimo poema, Emilio.
Hasta la próxima.